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Variaciones sobre Aurora Venturini

La sensación es que algo se nos estuvo escapando durante estos años; que miramos poco. Había alguien oculto en La Plata que producía literatura –literatura extraña, barroca y de fascinante delirio autobiográfico- y que, octogenaria, renovaba la prosa con audacias temáticas, y contraponiendo tonos. Tendría que existir algo así como un detective literario, o un cazador de talentos.  Festejamos ese premio que la hizo salir del laberinto por donde Aurora Venturini andaba metida.

Nació en 1922 y se graduó en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fue asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoció a Eva Perón, de quien fue íntima amiga y acompañó en los últimos momentos de su enfermedad. Claro, también su vida fue de novela. Con la Revolución Libertadora se autoexilió en París y estudió psicología. Ahí conoció y trabó amistad con Jean- Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus y Eugène Ionesco. Aurora Venturini atravesó casi todas las olas del siglo XX.

El premio otorgado de Página/12 hizo que llegara también a España. Esta vez Europa la recibía como escritora famosa. “Con su estilo torrencial —dijo la revista española Qué leer—, ajeno a las convenciones del buen decir, es también una manera de entender el lenguaje como un reparo ante el abismo, ante la locura que crece y se ensancha en manteles sucios y vasos vacíos”.

Mucho de lo que escribe nace de su vida. No busquemos en ella a una dulce abuelita con recetas de budines. Aurora Venturini nos mete de sopetón en un universo alucinado, pesadillesco a lo Grecco. En ese mundo lo único que puede salvar es la voluntad. Con voluntad se puede todo. Con voluntad e inteligencia uno puede librarse de las garras de Monsieur le Diable. Con voluntad ella volvió a caminar luego de que se le rompiera la cadera. Con casi noventa años, Aurora tuvo que aprender todo de nuevo. Desde agarrar los cubiertos para comer, hasta traducir el pensamiento a palabras o caminar con ayuda de un andador. “Estuve sin hablar, pero nunca dejé de pensar. Sabía lo que quería decir, pero no sabía cómo”.

De esa experiencia dolorosa donde, primero, la creyeron muerta, y luego, pensaron que nunca volvería ponerse de pie, nace Los rieles. Un recorrido por el infierno cuando uno está a punto de morirse y lucha por regresar a la vida. Nada más antiguo. La mitología está llena de estas historias. Pero nada más moderno: hay irreverencia en el tono al enfrentarse con el diablo. Aurora Venturini es una adolescente punk de 90 años. “Me vio y se acercó: -Estás muerta- espetó. Grité desesperada: -No estoy muerta. Insistió: -Estás muerta hace tres horas. Repliqué: -¡No!-. Insistió: -Estás muerta hace dieciséis horas-. Lo desdije con violencia; insistió emitiendo expresiones de menosprecio. No pude dominarme aunque aseguró que llevaba dieciséis horas de fallecida”.

Fueron décadas de anonimato. Como dice la narradora de Los rieles, “Y, como siempre se aprende, aprendí la humildad”. Hoy la tenemos entre nosotros, humilde ella, fantasma ella, por sus propias profundidades; pero bien a la luz, lista para ser leída, experimentada, como quien se embarca en algo muy novedoso, extraño y desconocido, pero que, curiosamente, eso nuevo viene de un pasado que sabe actualizarse.

 

Los rieles
Aurora Venturini
Editorial Mondadori

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