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Entrevista a Nicolás Fernández Muriano autor de La Biblia Gaucha

Nicolás Fernández Muriano escribió La Biblia Gaucha, una de las dos novelas que Lamás Médula publicará en 2013. Nació en Buenos Aires en 1975. Le dicen Negro, pero es licenciado en filosofía “una carrera blanca”, según él. Vive de la docencia: “Cosa que no sé si es buena o es malo. A veces es divertido, tiene el problema de que para vivir de eso tenés que dar demasiadas clases, más de las que hacen posible una buena clase. Quiero decir, una bella clase.” Trabaja en la UBA, en la Universidad del Cine y en la Universidad Nacional de Avellaneda. En esta nota, que es casi una clase, una bella clase, como dice, verán por qué los monos, por qué esta Eva y la otra Eva, por qué Argentina, por qué Brasil, por qué el delirio, por qué todo y tanto. Palabra.

Terminé la carrera, como todo el mundo, antes de tiempo. Los que estudian filosofía se dan cuenta en tres o cuatro años que ya está. Los dioses se han ido. El templo es una fábrica abandonada. Los más pillos se van en ese momento. Yo la terminé en piloto automático, que es siempre una tentación, y de ahí estuve como ocho, diez años, no me acuerdo, no está claro ese tiempo, en el que no hice nada, y en el que hice todo. Es decir, aprendí a escribir en esa época o al menos lo intenté. Salí de la universidad y me dediqué a descomponer el discurso filosófico que me habían insertado. Nada peor para la literatura que se le meta la filosofía, es como una vieja de Barrio Norte en un boliche gay de Constitución. O sí: que se meta la psicología, que es la vieja de Caballito. O la socióloga, que es la gorda de Monserrat. Esa es la peor, porque no se asusta y se queda. En esa época me rompí el hígado y otras partes del cuerpo. A todo esto el país se estaba cayendo a pedazos. Podemos contextualizar. 2001 más o menos: Argentina no existía más, así que había que terminar de hundir el barco menemista en una gran juerga, en la que todos murieran y bueno, sobreviví, peor hubiera sido irme a España.

Una madrugada en un pool de Villa Crespo alguien me reventó una botella en la cabeza, en la nuca. Mientras me desmayaba, los amigos me pedían perdón, perdón, perdón: estaban bajando, así que les pegó culposo. Creo que me desmayé para dejar de escucharlos o de tanto escucharlos. Desperté en una camilla del Hospital Durán. El médico sacándome vidrios de la cabeza, que era como de tergopol, por la anestesia, un poli tomándome declaración. Y yo, que era una mancha roja, pensaba: me salí de pista. No me acuerdo qué, pero sé que dije una palabra de más. Ese día para mí terminaron los 90. Sería el 2003 o el 2004. Ahí sacamos una revista con un amigo, la revista se llamaba Farmatikos y fue un delirio total. Romanticismo químico. Le rendíamos culto al Tic y a las “minas que arrancan solas”. A todo lo que era automático. Sólo existió un número y fue el número 2, porque queríamos evitar el origen, todas boludeces de la carrera que todavía molestaban. Las tengo aún apiladas en casa. Más de mil. Las imprimimos en papel de diario, lo más barato posible, vendimos dos, y pasamos a otra cosa. Cada vez que se rompe un plato, lo envuelvo con una Farmátikos. Cada tanto se me inunda la casa, tiro Farmatikos en el piso y me quedo mirando la tapa mientras absorbe.

La Biblia Gaucha
La escribí el año pasado fundamentalmente, pero hay personajes que vienen de antes. No tiene fecha, pero el laburo duro, de armado, fue en 2011. Primero fueron naciendo los personajes y maduraron solos, envueltos en sus situaciones, claro, estaba buscando suelo patrio, como la gauchesca, una génesis de la literatura argentina y del ser nacional, entendiendo “génesis” en el sentido más reaccionario posible, como Dios manda. Una gauchesca bufa o bufarra.

-Me hizo acordar al Adán Buenosayres. Porque veía esta cuestión de la identidad y de buscar un nuevo territorio. Y también el discurso delirante.
El discurso delirante es el discurso previo a la fundación de la identidad, o del ser nacional, o del pueblo. Se deliran las posibilidades pero sólo se realiza una, que excluye al delirio, no por ser más racional, sino porque es una. La idea era colocarse en el instante previo y trabajar sobre los seres posibles, el abanico de los seres nacionales posibles, directamente sobre la piel de los monos. Por eso trabajo con la gauchesca, con el peronismo, y con la Biblia o más precisamente el catecismo, como aplicación de la Palabra a los cuerpos. Son tres instancias o fuerzas de la escritura del ser nacional.

-La novela excede a la anécdota. Es muy interesante la elección del lenguaje, la elección de las imágenes que va formando el espacio.
Están entre la selva y la pampa. Toda la novela se da en una especie de pugna entre lo saturado y lo vacío, por eso el espacio se reconfigura todo el tiempo. No hay un espacio constante. Gratuitamente, tenemos a Dios, el autor de la Biblia, que permite crear y descrear todo el tiempo. Es un recurso cinematográfico. El montaje permite vincular espacios discordantes. La imagen de la Pampa me interesaba porque es un plano vacío y entonces la Creación podía ser completita. No tiene sentido discutir el ombú.

-¿Cómo la escribiste? ¿Fue un trabajo diario?
No puedo tener una estructura muy rígida, por esto que tengo, casi por principio ético, de no tirar mierda para fuera. No propagar afectos tristes por el mundo, sino sólo escribir cosas que puedan generar intensidades en los otros, como el humor, o lo que sea. Eso por un lado. Por el otro, como docente, a veces doy clases a la mañana, al otro día a la noche, al otro día, al mediodía y en el medio recorro la patria. Es decir, escribí cuando podía, y tenía que coincidir el vacío de tiempo con la intensidad adecuada para sentarme. Me costaba retomar. Me costaba mucho sostener el ritmo para que sonoramente el texto fuera para adelante. Iba para atrás para releer y recuperar el envión del relato y no ir con mi envión biológico o político. A quién le importa si ese día me comí un choripán. El libro no tiene soliloquios, ni ese tipo de volteretas que escarban en la mierda. Todo eso quedó enterrado en el disco rígido de una computadora muerta.

-Otra cosa que me pasó con tu libro es que lo sentía clásico. Era una escritura de hoy, pero estaba atravesado por cierto barroco, o carnaval. 
El carnaval es el momento en que se suspende el orden cotidiano. Es como una recreación del mundo. Por lo tanto, el momento en que irrumpen los posibles. En el agua ¿no?, como potencia de la mezcla. Es como una especie de paréntesis temporal. El libro lo trato de pensar ahí. Como un road-movie sobre el barrito que queda en el fondo después del diluvio universal. Un barrito fértil e inculto como la patria. Y en el barrito están todas las figuras que mezclo e invierto. Son usos del cristianismo y de la Biblia, que al mismo tiempo es un cristianismo múltiple, con sus herejías, es un peronismo múltiple, es una gauchesca múltiple. Es decir, las figuras son todas compuestas. Mi Eva puede ser la de la Biblia y la del peronismo, pero cada una en sí misma ya es muchas. El epígrafe de la novela, dice: “Si Evita viviera sería brasilera”.

Hay una condición carnavalesca en nuestra percepción de lo brasilero. Lo que yo estoy haciendo es vincular a Eva con esa otra dimensión festiva y sobre todo, erótica dentro de las múltiples Evas posibles y con las que trabajo: una Eva que es madre, por ejemplo la de Leonardo Fabio, que se sacrifica por el pueblo; y una Eva que es profundamente erótica y sexual, que es la de Perlongher. Mi Eva es más parecida a la de Perlongher, ya que es la Eva festiva. Pienso en textos como Evita vive. Volver y ser millones, esa es la cuestión, pero ¿cómo?LaEva de Perlonghuer, después de morir, en lugar de convertirse en la virgen, como en Leonardo Fabio, baja a garchar con los pobres en las pensiones. Mi Eva no termina de bajar, siempre está viniendo, si Evita viviera antes que Evita vive. Y si está por venir, puede venir de muchas maneras. Favio decía: “Si Giuseppe Verdi hubiera sido argentino, habría sido peronista.” Por eso, además de fiestera, es también madre del pueblo que viene con ella. No me gusta la solemnidad de la Evita montonera o de la Evita hada madrina de la derecha. Para derechas, prefiero la de Copi: Eva prepara el simulacro de su propia muerte y de su propio retorno. La actriz del estreno era un traba. Muchos autores putos (llamarlos “gay” los ofendería) como Copi o Perlongher, admiran en Eva ese costado “invéntate a ti mismo”, que es un Eros que se traviste. Borges pone en escena el simulacro: pero su Eva es un muñeco, es decir, le saca el Eros del transformismo social y deja sólo la máscara inerte de la propaganda. En todo caso, Eva ya es millones. Ya es barroca. Yo sólo usé su santo nombre en vano. Pero sólo el nombre, no hay ni una migaja de realismo en este libro. Cero. Como decía Hitchcock: “algunos dicen que sus films están hechos con pedazos de vida. Los míos, con pedazos de pastel”. Mi Eva está hecha sí, con pedazos de pastel, como una rubia Hitchcock.

 

Borges es otra escritura que me gusta. Quizás atrevidamente, entre El informe de Brodie Los Tadeys de Osvaldo Lamborghini, se podría pensar La Biblia Gaucha.Cuando Borges trabaja los delirios de las razas es internacionalista, después viene la gauchesca y se pone la gorra. Lamborghini mezcla todo. Hay una clara diferencia en el Borges que trabaja el Martín Fierro y el Borges cósmico, donde todo está permitido. Borges prefería un Sargento Cruz que se dejaba puesta la gorra y lo entregaba a Martín Fierro a la Ley. Un botón. Yo quería traer los Yahoos de Brasil a la Pampa y, de paso, subir el mono a la Cruz. Pero que la trepe él, solito. Son los senderos que se bifurcan en el poema del ser nacional, que es el Poema Conjetural:elige tu propio destino sudamericano. Laprida no deja de escribir para encontrar su muerte, se baja del caballo y se escapa galopando de chamuyo. Habría que ver si la Kodama no tiene encanutado el manuscrito para hacernos el cuento del tío.

 

Faltaría, para que la génesis no parezca tan nacional, William Burroughs, que es un experto en informes de monos y pueblos posibles. Puedo nombrar también a Gombrowicz y a Alferd Jarry: el del Doctor Faustroll, patafísico: “si Evita viviera, sería brasilera” es patafísica nacional o como dijo el otro día Charly García “nació mal”: “en Argentina, el rock nació mal”, eso es Osvaldo Lamborghini. Algunos filósofos como Leibniz son importantes para mí. Quiero decir toda la noción de mundos posibles que rebota en Borges con tanta fuerza. A Artaud en una época lo leía, pero luego cambié de onda. Artaud sí que es una tira-mierda. No se lo puede leer y ser feliz. No tiene una pizca de humor.

 

Con respecto al humor hay algo que me gustaría decir. Hay un momento en que la escritura es de algún modo automática, se escribe y se sostiene en una especie de consistencia propia. En el caso del español creo que esa consistencia es humorística. Y no hablo de escritura automática, pienso más bien que Don Quijote es un autómata, porque hace lo que tiene que hacer. Un autómata se define por las situaciones en las que puede entrar, es un modo de entrar y salir de situaciones ordinarias o extraordinarias. Cuando era chico había algo que se llamaba “posición obliga”. Alguien se agachaba un poco y, sin darse cuenta, ponía el culo para afuera: “posición obliga, el culo la liga”. Cualquiera que estuviera ahí tenía que meterle una patada en el culo a cualquiera que se hubiese agachado. Era un relojito colectivo. Un código caballeresco te da es eso y la fe ni hablar. Lo ideal sería que el libro se sostuviera con ese automatismo de la “posición obliga” de la primera página hasta la última. Una especie de “elige tu propio destino sudamericano”. Por ejemplo, en el arca de Noé. Una pregunta del libro podría ser esta: ¿Qué hubiera pasado si Noé en lugar de meter los animales de a dos, los metía de a tres o de a uno?, o bien: ¿y si Noé, por mala conciencia, dejó afuera a los animales más felices?

Revista Lamás Médula
Marzo 2013.

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