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El otro y la soledad

Hay un sentimiento que es el monstruo de los monstruos: el sentimiento de soledad. Y vaya si es poderoso que, desde ese lugar, es imposible escribir (o crear cualquier cosa). Pero ojo que hablo del sentimiento de soledad y no de la condición de soledad. Uno es abrasivo y quema nuestro interior, el otro nos permite tocar partes de nosotros mismos y es absolutamente necesario para crear. 

A mí uno de los estados que más me gustan es crear sola con el otro. Me encanta estar escribiendo –por ejemplo, esto- y que estén otras personas en la casa, me encanta que estemos compartiendo el mismo aire, escuchando la misma música y que, entre todas, estemos creando una atmósfera para llevar adelante lo que queremos hacer. Además el arte en cualquiera de sus formas en grupo sana; por eso las residencias artísticas; por eso los talleres; por eso el crear compartiendo con otros se convierte en una herramienta tan poderosa para poder darnos a los demás, y comprendernos mejor a nosotros mismos. Porque en definitiva los humanos no somos tan diferentes unos de otros, y necesitamos de ese espejo, que son lo demás, para encontrarnos más unidos, más fuertes sobre la tierra, más empáticos y más solidarios. 

Este post está dedicado a la residencia en Casadasartes Paraíso Cultural en Sao Paulo, y a mis compañeras de estancia: Laura, Ana, Kris y Mi. 

Generar espacios de encuentro es una tarea urgente, encontrarnos con los otros, también. 

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