En pocas semanas comenzamos a transitar junto a Daniela Pafundi un nuevo taller de creación de imágenes y palabras. Sí, un taller de escritura y fotografía, dicho lisa y llanamente.
Me gusta llamarle laboratorio de creación porque imagino un espacio -cuatro, tres, ocho, infinitas paredes, o ninguna pared– donde ocurren transformaciones, alquimias, nacimientos, originalidades de todo tipo.
Es un encuentro entre palabras e imágenes y lo bonito de esto es que todo está por enlazarse ahí. De algún modo, los puentes están latentes y está en nosotros imaginar qué dice esa imagen o qué visión encuentra nuestras palabras.
Imagino ese proceso como algo parecido a una traducción, a un encuentro entre dos lenguajes. Podemos partir de un lugar para acercarnos al otro. O viceversa. Depende de nosotros, desde donde nos situemos.
Pero en el origen, el desafío latente siempre es el mismo: cómo comienzo a traducirme a mí misma. Este conjunto de células e inteligencia energética quiere decirse o plasmarse en imagen.
¿Cómo me digo?
¿Cómo traduzco lo inefable?
¿De qué modo comienzo a decir lo que quiero decir?
¿Cómo soy veraz con lo que quiero mostrar?
Son procesos de traducción, uno adentro del otro, del decir del espíritu, hacia la imagen o la palabra, del decir de la palabra hacia la imagen, o la imagen hacia la palabra.
Rutas posibles, propuestas de este laboratorio.
Un abrirse a las posibilidades de la escritura y la imagen, para ser continuidades de nosotros mismos.
Foto de Daniela Pafundi