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Cuando lo sagrado se hizo fiesta- Entrevista a Vicente Muleiro

Esta vez fuimos a entrevistar al periodista y escritor Vicente Muleiro. Nos contó acerca de su nuevo libro y lo que lo rodea. De cómo los goliardos, clérigos vagabundos que durante la Edad Media celebraban los placeres terrenales, le permitieron desplegar y expandir una poesía festejante. Porque la vida también era eso: celebración y trasgresión. Aquí, el hombre que ríe. 

Los Goliardos me interesaron siempre. Desde las lecturas del Arcipestre de Hita, me interesaron figuras de la Edad Media – época tan regimentada- que tuvieran esas aperturas vitales, tan diferentes a los aires de la época.  Finalmente me interesaron para concretar algo que venía pensando: hacer una propuesta lúdica con la poesía. No manejar sólo la cuerda de la melancolía. Sé que no soy el primero que lo hace. Hay una larga tradición. François Villon, por ejemplo. Entre los argentinos, hay un Tuñón que sigue a Villon y que festeja a los ladrones, a las prostitutas. Me interesaron esas figuras para revertir este predominio de lo grave en que nos mete la sociedad, de la seriedad, del mundo de la responsabilidad y este ignorar la dimensión corporal. Y dentro de la dimensión corporal, los goces del cuerpo, y el disfrute de la risa. Eso es muy importante. No sé si cuando pensé la propuesta, pero leyendo y ajustando las versiones, hay en los poemas una idea de poesía ligada a lo corporal, ya no separada del cuerpo. No abstracta.

Como propuesta ideológica hay que tener en cuenta que se dice que Aristóteles escribió una sátira, la Sátira Menipea, que fue ocultada porque daba vuelta la severidad de su discurso, y apostaba a un mundo donde predominase el humor. De eso trata, de hecho, la novela de Humberto Eco El nombre de la rosa. Es el libro que están buscando, y que no se debe conocer. Porque si existe en el hombre la idea de tomarse las cosas a risa eso sería transgresor. Llevaría al irrespeto a los poderes constituidos. Entonces como propuesta ideológica, como una propuesta ligada al mundo de las ideas, la alternativa de celebrar el presente como una cosa transgresiva, como algo que no se busca. La civilización occidental judeo- cristiana pide que pensemos demasiado en el futuro, y no en el hoy o en nuestra única sede en este mundo, el cuerpo.

Hay una idea de adulto, aquí. La adultez como dejar atrás los rastros del juego. El hombre es un animal que juega y si no juega no puede vivir, está como un poco muerto. Lacan regalaba juguetes a sus amigos para que recordaran que había una dimensión de jugar con los elementos de la realidad y no sólo la de tener una relación de utilidad y de eficacia. Con lo existente, con los vínculos y con la materia se pueden tener otras relaciones que no tienen por qué pasar nada más que por una especie de rendimiento, sino por otra dimensión. Una dimensión en donde entra la joda. Entra la joda como elemento de la vida.

Esto va a apareciendo en el libro de distintas maneras. Por ejemplo hay un poema que es el que encabeza la serie de “Los Goliardos” que discute el mito de Sísifo. Sísifo con su roca, subiendo la montaña y que, al llegar a la cumbre, se le cae y tiene que volver a subir. Esa especie de castigo como destino. A mí me quedó siempre muy presente el prólogo de un libro del poeta español Félix Grande Lara donde se pregunta “y, ¿si en lugar de este mito donde hay que volver a cargar la roca otra vez, la suelta y sube a la cima de la montaña?”. Y que la roca se vaya a cagar. Me pareció muy interesante para dar vuelta esa idea de la vida solamente como valle de lágrimas.  La vida tiene sus tonalidades oscuras, melancólicas, y el misterio nunca develado de la muerte; eso está en la poesía, está en todos los poetas. Pero no al punto de hacernos olvidar otra dimensión según la cual el mundo de los vínculos puede tener sus placeres, el mundo del contacto del cuerpo, con la buena mesa, con la buena bebida puede tener sus placeres. A los goliardos les interesaban estas cosas: la poesía, la música, la buena mesa y el amor no platónico precisamente.

Esto implica una dimensión política. Por ejemplo, una sociedad “goliarda” implicaría una sociedad que rompe permanentemente los límites de su emancipación  y los va poniendo siempre un poco más allá. En este sentido, una sociedad más feliz, digamos, donde haya una dimensión individual y una dimensión social más armónica, divertida y más placentera implica derrotar a aquellos que quieren todo para ellos y tienen una manera, un estilo, que pasa por el autoconsumo y creer que la vida es solamente eso. Así que, sin duda, una idea festiva implica necesariamente una dimensión política.

Sobre El Dictador- la historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla y la literatura infantil

Están los distintos tonos porque de repente a mí el golpe me agarra a los veinticinco años, en un momento donde uno tiene que desplegarse y nos tuvimos que encerrar. Y si no hubiese sido por la poesía y los amigos poetas todo hubiese sido más difícil de lo que ya de por si fue. Así que la vida está llena de esa presión del poder que te quiere arrinconar para que vos no te despliegues y hay que denunciar. En mi tarea de periodista, con ese libro y en otras cosas, he tratado de dar cuenta de que esas son murallas contra la posibilidad de desplegar la vida, de desplegar el cuerpo. Una sociabilidad mejor entendida.

Y en la literatura para chicos entra esa dimensión de la cual venimos charlando: la lúdica. A mí me divierte mucho escribir para los chicos, y lo que hago es mezclar el humor con la historia. En la literatura para chicos cruzo la historia argentina y el humor. Sin duda que para escribir para los chicos hay que tener en cuenta el registro. Obviamente no vas a hablar con cualquier tipo de lenguaje, puesto que hay registros del lenguaje que tienen una relación con la edad. Pero también se los puede transgredir. Entonces se trata de hacer rebotar la piedra un poco más allá. Que la piedra una vez que la tiraste pique otra vez más, con una palabra que no es del código, con una situación que aparentemente es transgresiva para la edad. Hay novelas para chicos excelentes, como una de Roald Dahl que comienza algo así como “mi abuelo era un gran cojedor”. Y Dahl es uno de los grandes escritores del siglo XX. Siempre se puede intentar dar un paso más allá, aun cuando estés escribiendo algo tan de género.  De todas formas, yo no voy a poner en una novela para chicos figuras de corte epistemológico. Sé que no le hago bien ni al cuento, ni al pibe que va a leer, si acaso a mí mismo. De esos hablamos cuando hablamos de registro del lenguaje. No vas a hablar con registros académicos, pero bueno, también respetar al lector de menos edad es ponerlo a buscar palabras en el diccionario, ¿por qué no? O en google. Que lo busque en Wikipedia, ¿por qué no?

Así que todo tiene que ver con una raíz de buscar siempre expandir los límites de lo presente y de denunciar aquello que no nos permite ser más solares. Una vida más solar. El hombre solar es una categoría de un filósofo anarquista, Michel Onfray. La expone en varios libros. El hombre que no se niega a los desafíos y a los placeres del cuerpo, a una estética sobre si mismo, y a una vinculación con los demás. En este sentido también le da una dimensión política, como veníamos hablando. A mí me interesa eso, lo que no quiere decir que me tome la vida como un reparto de globos. ¡Sería fantástico! Pero me interesa mucho trabajar esa cuerda. Entre otras, porque hay distintos momentos en la poesía. Sin duda repasando mis libros de poesía, tengo momentos melancólicos también. Más aún, en el mismo libro pueden aparecer.

Sobre la poesía actual

A mí me interesan unos cuantos poetas de la poesía argentina. Me interesa mucho su variedad de tonos. Porque yo comienzo a escribir en mi adolescencia frente a una variedad de tonos. Hay un error, reduccionista, según el cual la poesía argentina es coloquial y política- panfletaria. Y yo tengo que recordar siempre que en los sesenta estaba Alejandra Pizarnik, Juan Gelman, Eduardo Romano, pero también Enrique Molina, Joaquín Gianuzzi, pero también Francisco Madariaga, Olga Orozco. Y te estoy nombrando nada más que algunos. Y algunas. Entonces de ninguna manera, ese mundo, muy variado, se lo puede reducir. Yo salgo de esos cruces. De esos discursos diferentes, que me llevan, en un mismo poemario, a variar la tonalidad porque tengo incorporado, en mi historia de lector, todo ese mundo variado. Hay poetas argentinos que me interesan más que otros. Me interesa mucho Jorge Boccanera, Laura Yasan, María del Carmen Colombo. Entre los poetas jóvenes: Anahí Mallol. Y pienso que, por más que en los noventas haya habido una suerte de recorte de esa voz poética, que para mí siempre es una voz en despliegue, que se ensancha, como un mar, que crece, que toma al lenguaje como a un gran cuerpo, pienso que en los noventas hubo un repliegue hacia una poesía con menos juego con el lenguaje. Más sustantiva. Pienso que, a pesar de eso, la tradición poética variada hace que eso sólo sea un momento y que después se rescata la multiplicidad de voces. Eso es importante. Este es un país que tiene un poeta como Manuel J. Castilla, como Juan L. Ortiz, como Bustriazo, como Leónidas Escudero, como Gelman, como Luis Tedesco. No se puede pensar que eso se va a reducir a una especia de balbuceo con un pequeño registro del lenguaje. No. Pienso que son momentos donde hay suficiente fuerza como para salir. Yo no le pido a la poesía que se plante con un discurso programático. No creo que la poesía deba cumplir deberes. Sino que debe soltarse y jugar.

Hay casos muy interesantes también en narrativa. Hay mucha efervescencia. Hernán Ronsino me interesa mucho. Pablo Ramos. Negar esas vertientes diferentes es una ceguera. No quiero ser tampoco falsamente optimista, pero la verdad es que productividad hay. Hay un renacimiento de la novela negra, con escritores como Daniel Sorín, Leonardo Oyola, que tienen novelas muy interesantes. Me parece que no corresponde mucho la queja para la productividad de la escritura en la Argentina comenzado el siglo XXI.

Y el final

La idea del goliardo en el libro es central. Ocupa toda una primera parte. Son veinticinco poemas y luego aparece la otra parte “Junturas” que se refiere al mundo vincular, por eso tiene ese título. Yo creo que tiene un puente con “Los Goliardos”, pero es otro tono. Muy pocas veces me ha pasado escribir poesía con una idea de libro previa. Y acá sí me pasó. Una vez que tuve la figura de los goliardos, dije “acá voy”. Me dio para veinticinco poemas, luego me empezó a parecer que se repetían algunas figuras. Y la segunda parte, “Junturas”, tiene que ver con un clima de querer salir del mal augurio que te tira permanentemente el sistema. Abrirse sobre el mal augurio, la índole reaccionaria  de la ley de Murphy. Salir de eso. Avanzar hacia el despliegue del cuerpo, de los horizontes políticos, de las ideas. De todas maneras, como dice Pavese, “vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. O Miguel Hernández: “muchos tragos son la vida, un solo trago, la muerte”. Permitirse, de vez en cuando, otro tono en la vida cotidiana y en la relación con la escritura. Además yo tengo un precepto fundamental sobre el cual, no soy el único que lo tiene, la palabra poética, la palabra no represiva está ligada a los humores corporales, a mejores relaciones de contacto con el otro.

Freud dice que el bebé y la madre están embelesados entre sí. Viene el padre y los separa para que se puedan volver adultos y cada uno obtener su sexualidad. Hay algunos filósofos entre nosotros, León Rozitchner, pero también hay un par de libros muy interesantes, el que escribió Eugenio Zaffaroni sobre la pachamama y el que escribió Ivonne Bordelois,Una etimología de las pasiones que, más o menos, apuntan a otra teoría. Ese romance es un romance poético que no se tiene por qué cortar de una manera autoritaria. Ya que el Edipo es una mitología, ¿por qué no puede ser una mitología ese romance con los otros? Y el lenguaje que saldría de esa otra postura sería el lenguaje poético. Por eso hablo de la cercanía de la poesía con el cuerpo. Ese precepto es fundamental en tanto post psicoanalítico y se opone a los discursos de la ley y a aceptar al mundo sesgado. Los goliardos. Hemos estado hablando todo el tiempo de lo mismo. Los goliardos.

Revista Lamás Médula
Noviembre 2012

 

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