Cuando empezamos a escribir, una ficción, por ejemplo, un cuento o una novela, comenzamos a bucear. Y no sólo es importante que la trama se sostenga, sino que la trama va a ser una verdadera trama si tenemos verdaderos personajes. Sin verdaderos personajes no tenemos historia. O dicho de otra manera: en cada personaje está la semilla de la historia.
Todo muy bien. Pero no es tan fácil crear un personaje. No. No lo es. Pero al mismo tiempo es una aventura maravillosa, un buceo a las profundidades del ser. Y es que un personaje debe tener toda la apariencia de un humano; y de verdad lo digo, no importa qué género escribas, un personaje tiene las profundidades de un humano; un personaje tiene las contradicciones de un humano; un personaje tiene los deseos de un humano; las heridas de un humano; las pasiones de un humano; la esperanza de un humano.
Podemos no escribir todo lo que sabemos acerca de nuestro personajes, pero debemos saberlo. Y quizás, pudo dejar de ser cobarde y contestarle a su jefe maltratador; y es cobarde porque su padre es militar y siempre lo ninguneó; o era una vieja resentida y odiada en el barrio, pero nadie nunca supo que tuvo una infancia difícil y que le rompieron el corazón.
Nuestros personajes irán cobrando vida a medida que los observemos, que sepamos de sus cicatrices, físicas o psicológicas, de su pasado, de sus hobbies, de su color de pelo, de su estatura, de su cuenta bancaria y sus aficiones. Así iremos descubriendo por qué hacen lo que hacen y cuál es la historia que tienen para contar. O qué tipo de personaje debe contar nuestra historia. Es cuestión de agarrar la lupa y mirar de cerca, para darnos cuenta de que todo lo que tiene para contar nuestro personaje. Demosle espacio y tiempo para que viva.
Como nos hemos dado espacio y tiempo a nosotros mismos para descubrir nuestra propia complejidad, porque está claro, somo un bicho complejo, que nos lleva la vida conocernos, descubrir nuestras máscaras y nuestros deseos; nuestras pulsiones y aristas. ¿Por qué un personaje tendría que ser más simple?
Un regalo. Para nostros mismos, fundamentalmente, la inscripción del oráculo de Delfos:
“Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.
Foto de Mari Lezhava