No tengo dudas. Cualquier arte sana. La música sana. Pintar sana. Bailar sana. Y repito: la música sana. Rodéense de música, rodéense de sol, rodéense de aquello que sane y expanda. Y cuando duela el corazón, cuando tengamos atorado lo que el tiempo hizo con nosotros, escribamos, con la honestidad más bestial que exista y quitémonos las capas de viejas historias tejidas dentro nuestro. Saquemos todo afuera. Ya verás que, palabra a palabra, lo confuso, lo desordenado, lo doloroso, lo triste, lo que no queremos ver puede volverse un poema, un cuento, una novela, o una poderosa catarsis. No podemos dejar esta tierra sin que se haya oído nuestra música; no podemos dejar esta tierra con las verdades encapsuladas; no podemos ni debemos. No podemos vivir más con secretos, ni medias verdades. Debemos convertir las heridas del tiempo en arte y en inspiración. Es nuestra responsabilidad sanar las heridas del tiempo con las herramientas que tengamos a mano. Ahora mismo, yo tengo a mano el poder de la creatividad. Y confío en que, paso a paso, voy sanando, todos mis absurdos y mis tristes historias, para que sólo quede el sol, la verdad y el amor.
La imagen es de Brian Patrick Tagalog en Unsplash