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Inspiración/Epifanía

Creo que la inspiración es una epifanía y que, muchas veces, recibir una epifanía provoca una oleada de sanación personal. Pero claro, uno no va tan campante recibiendo epifanías a cada rato, como cuando un pésimo cantante recibe tomates por su pésimo arte. Se debe predisponer el cuerpo y el espíritu, y aunque luego ese mensaje, aparentemente, se olvide, es sólo una ilusión; átomos informativos ya entraron en nuestro cuerpo y harán de las suyas a la luz del día o al remanso de la nocturnidad. 

Soñar, dicen, es experimentar una extensa epifanía, aunque nuestro consciente tan sólo recuerde las últimas secuencias más cercanas al despertar. Lo mismo debe ocurrir con las pesadillas. Son mensajeras de verdades. Un ejemplo de esto es el cuento de Juan José Saer “Las pirámides”. Un padre se despierta llorando tras tener un sueño terrible y algo de su mundo se transforma para siempre. El hombre podrá olvidar, o querer olvidar, mejor dicho, pero ya nada será igual. Y todo por un sueño.

La intención de la inspiración es revolucionarnos el mundo. Partirnos sin dolor en dos. Hacernos dar un par de pasos de baile o invitarnos a echarnos unos cantitos de alegría como señal de aceptación. Si eso ocurre, habrá que dar el siguiente paso. Si acaso hubo olvido o querer dejar pasar, algo permanecerá dentro nuestro, pero sin embargo, el siguiente paso no será tan claro. Y es que todo este asunto requiere grandes dosis de valentía y trabajo. Esa transpiración inevitable, que decía Saer.

En memoria de Juan José Saer.

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