“Un principio es un tiempo muy delicado” David Lynch
Es extraño hablar de inicios en este 2020; y, menos que menos, en agosto. En realidad es extraño hablar de algo en este 2020, sin sentir que uno se está evadiendo. A veces, me pillo juzgando esto en mí y en los demás; la potencia de lo que ocurre nos une de un modo tan íntimo a todos como humanos que no creo que se pueda poner la atención en otra cosa. Es como si se hubiese roto un dique y cayera a raudales agua de la Cordillera o como si hubieran abierto las puertas del cielo y estuvieran aquí todos los ángeles y los demonios. Así lo siento yo, al menos, y en el medio uno intenta vivir. Súper manida esa frase. No. En el medio no. En el centro del huracán.
En este lugar de tanta vulnerabilidad y refugio, hay una invitación. Imagino esto como una historia -¿y qué no lo es?-. Hemos dejado atrás nuestro hogar, hemos hecho caso de la llamada, nos hemos encontrado con obstáculos y ahora toca cruzar el umbral. Ese del que hablan todas las tradiciones. El de las profecías de los textos antiguos. Saben de los que les hablo: el umbral.
El umbral del espejo de Alicia, del ábrete sésamo, de las aguas que se parten, del nacimiento, de la muerte, del primer beso, o la primera vez. El umbral. La ceremonia de transformación, que permite sacarnos el polvo que venimos arrastrando por milenios.
Ya lo sabemos. No hay más por saber. Sólo misterio. Hemos consumido toda la información y la tenemos clarísima. Ahora mismo, como oportunidad de presente, sólo tenemos que comenzar a pasar nuestro cuerpo hacia el otro lado. Y me lo digo a mí. Vos, Natalia, ¿por qué no pasás tu cuerpo hacia el otro lado?
Los tiempos son perfectos. Y nos toca volver al comienzo, a nuestros principios.